EL INDOMABLE PUERTO EDÉN
Abordamos en Puerto Montt el buque ferry Evangelistas de la compañía Navimag, con la mente puesta en llegar al tercer día de navegación a Puerto Edén, uno de los pueblos más aislados de la Patagonia, y donde aún habita un grupo de no más de 15 Kawésqar, ancestrales nómades y canoeros. La apuesta es recorrer a pie los alrededores de este poblado que se halla en la isla Wellington, famoso por albergar el parque nacional Bernardo O´higgins.
Pensamos en dirigirnos hacia las faldas de las montañas que están al oeste del poblado, en cuya naturaleza indomable se esconden lagunas y ríos ajenos aún a la presencia del hombre. Para ello, abordamos un zodiac de la Armada de Chile que nos traslada raudamente a la Capitanía de Puerto, nuestro hogar por una semana y el punto de inicio de las dos caminatas que haremos.
Para el primer día de trekking nos convoca el marinero de la Armada Pablo Acuña frente a la fachada de la Capitanía de Puerto, donde nos planteamos como objetivo trazar la mejor ruta hacia el lago Valderas, en el valle homónimo hacia el suroeste. Se nos explica que no existen senderos demarcados, ni señalética, por lo cual iremos a la aventura por caminos vírgenes y casi siempre planos. Como puntos de referencia, vamos a usar el canal Messier, Puerto Edén, y los cerros.
Salimos por la parte trasera del edificio y nos bastan diez minutos caminando para darnos cuenta que la actividad de hoy no es un paseo de día de campo. La vegetación húmeda y blanda hará el papel de un peón en un tablero de ajedrez, dificultando todo intento de avance. Abundan aquí en musgo y las turberas que se vuelven esponjosas con las lluvias. El trabajo en equipo es importante a la hora de definir cada paso, por lo cual uno debe tomar el papel de líder. Incluso así, se hace divertido saltar de un lado para otro para avanzar por camino sólido, tal como lo haría Mario Bros en el clásico juego de Nintendo.
Rumbo siempre al sur poniente, alcanzamos pronto unos cerros de baja altura. Ellos serán aliados nuestros, pues desde lo alto sorteamos momentáneamente los humedales, y además obtenemos vistas privilegiadas de este gran y complejo tablero natural que nos plantea diversas estrategias. Desde aquí también vemos Puerto Edén, el Paso del Indio y los islotes de la bahía, entre otros atractivos. En seguida nos toca bajar nuevamente, y atravesar algunos arbustos frondosos con la ayuda de las manos, donde también atraviesa un riachuelo.
Cuando divisamos otra planicie, se nos regala también una vista hacia el río Valderas, lo que nos indica que no estamos lejos del lago, nuestro destino. Las dudas en torno a la ruta no terminan, mas optamos por ascender una colina a pocos metros de distancia. Ya en la cima -luego de treinta minutos- tenemos en vista el lago Valderas, de aguas calmas y oscuras, casi negras, aunque no podemos verlo por completo. Rodeado de montañas nevadas y bosque patagónico, es un sitio desolado pero que inspira paz. Para quienes cuenten con un kayak, existe la opción de acceder hasta aquí río arriba, lo que implica una excelente forma de lograr un íntimo contacto con la naturaleza más pura de Aysén. Valderas es también un sitio ideal para practicar pesca, siendo lo más característico el pejerrey.
Con el lago ya en vista, bajamos lento la colina hacia las grises arenas que rodean el lago. En el camino divisamos algunas especies de ranas, de aves y unos arácnidos que tejen sus redes entre las turberas. La pequeña playa nos da un nuevo aire, por lo que nos adentramos un poco más allá, en dirección oeste y siempre por la orilla norte, sorteando grandes troncos y una vegetación blanda y húmeda que no da tregua. Allí, dependerá de cada visitante si sigue explorando o decide retornar. Nosotros optamos por llegar a una playa de un tamaño un poco mayor, disfrutar desde allí las vistas de los bosques a nuestro alrededor, y el lago y sus islotes antes de regresar. En Puerto Edén no existen límites, salvo los que impone la geografía.
ASCENDIENDO POR UN TUBO
Al día siguiente y temprano por la mañana, decidimos explorar la zona norponiente de la Capitanía de Puerto. Para ello solicitamos el apoyo de lancha de un lugareño que nos traslada en no más de 15 minutos a Bahía Malaka, un área frente al cementerio. Descendemos, y nos dirigimos cerro arriba durante media hora hasta hallar una pequeña casita de piedra y techo blanco que resulta ser una central hidroeléctrica. Desde aquí es más sencillo ubicarse, pues hay un tubo celeste que asciende y que sirve de aquí en más como guía. Optamos por transitar en todo momento por sobre él, tendiendo precaución con el equilibrio.
Durante el trayecto existen fascinantes panorámicas hacia el canal Messier y algunas cumbres como el Yetarte y el Panchote. Mientras ganamos altura, vamos descubriendo algunas lagunas de color oscuro que se esconden entre las montañas. El final de la tubería nos conduce a una laguna en una pequeña planicie, desde donde nace un pequeño río. El marinero Acuña se entusiasma con un baño, mientras los demás descansamos sobre un suelo sólido y seco. Salvo en las laderas montañosas, la vegetación aquí es baja, por lo que nos movemos con facilidad. También es posible observar la cascada Eva, de 600 metros de altura, junto a pendientes verticales que parecen tener las condiciones ideales para practicar escalada en roca. De ser así, su condición privilegiada no ha sido descubierta
Luego de tres horas de trayecto, retornamos a Puerto Edén por el mismo sendero sobre el tubo, no sin antes apreciar dos lagunas más justo a los pies del nevado Panchote, desde donde también nace un río que desemboca en el mar. Es en medio de esta paz y aislamiento que nos damos cuenta lo desafiante que resulta ser buscar nuevas rutas en la naturaleza indómita del sur de Chile.