En la búsqueda de los primeros chilenos
Los hallazgos de restos humanos pertenecientes a la culturas Molle en la región de Coquimbo en 2016, de una presunta pisada humana de 14.000 años de antigüedad en la ciudad de Osorno en 2018 y de nuevos restos en Monte Verde que corren la barrera del tiempo de presencia humana hasta 18.500 años antes del presente, revelan que el territorio chileno tiene una presencia humana tan contrastante como sorprendente.
Por Carolina Aicardi y Humberto Merino
Hasta hoy, el yacimiento arqueológico de Monte Verde, ubicado en las cercanías de Puerto Montt, es reconocido como el asentamiento humano más antiguo de Chile… y de América. Con una data aproximada de 18.500 años, para una gran parte de la comunidad científica mundial Monte Verde derribó incluso la teoría del poblamiento americano, que fechaba la llegada del hombre a América hace 12.500 años.
Pero Monte Verde no es el único récord mundial de origen chileno. En el extremo norte, las excepcionales momias de la cultura Chinchorro son consideradas las más antiguas del mundo, debido a su data de más seis mil años, que doblan en antigüedad a las momias egipcias.
En el extremo sur de Chile y Argentina, en tanto, los ancestrales pueblos patagónicos plasmaron hace 9.000 años, sus manos y creencias en las gélidas cuevas que habitaron, evidenciando su alta complejidad espiritual.
Todos estos hallazgos arqueológicos nos dan pistas para conocer a los primeros habitantes de este vasto territorio ubicado al sur del mundo, que hoy conocemos como Chile. En este artículo, te invitamos a develar quienes fueron y como eran los primeros chilenos.
Fue hace decenas de miles de años atrás cuando llegaron los primeros seres humanos a territorio chileno. Algunos dicen que esto ocurrió hace más de 33 mil años, pero aún no es posible saberlo con exactitud. Ni la ciencia, ni la mitología, ni la religión han podido dar cuenta exacta de cuándo, cómo y desde dónde comenzó a poblarse América, quiénes fueron sus primeros habitantes y cómo poblaron el resto del continente, incluido Chile.
A pesar de las dudas o la falta de consensos, el conocimiento científico actual nos permite comprender a grandes rasgos los primeros movimientos migratorios que dieron origen a la antigua ocupación de Chile, cuyos hallazgos más antiguos tienen una edad cercana a los 18.500 años atrás. Se trata de Monte Verde, el asentamiento humano más antiguo descubierto hasta ahora en toda América, el que está ubicado en las cercanías de la ciudad de Puerto Montt.
Descubierto por casualidad por un campesino de Los Muermos en 1997, Monte Verde tiene en ascuas a la comunidad científica mundial que se divide entre quienes los reconocen como la más antigua evidencia de existencia humana en América y quienes aún desconfían de sus logros, al no encontrarse osamentas o algún registro sedimentario de un cuerpo humano. Para los que creen, Monte Verde incluso puso fin al Consenso de Clovis, sustentando un poblamiento temprano, superior a los 13 mil años.
El arqueólogo norteamericano Tom Dillehay ha estado a cargo de las investigaciones por más de 30 años. En 2013 y 2017 Dillehay realizó sus últimas excavaciones en el sitio llamado Monte Verde II, y en otro presumiblemente más antiguo llamado Monte Verde I. Estas investigaciones le permitió concluir que Monte Verde es al menos 4 mil años más antiguo de lo que habían determinado sus primeras investigaciones que fueron datadas de 14.500 años antes del presente.
Hay distintas teorías que explican la existencia, arribo y dispersión de los primeros grupos de hombres en nuestro territorio, pero los especialistas concuerdan que Chile, al ser un país de contrastes geográficos, debió haber sido poblado desde distintos sectores.
Sin embargo, la falta de presencia ósea de Monte Verde convierten al yacimiento de Tagua Tagua en la Sexta Región, con los restos humanos más antiguos encontrados en nuestro país hasta el día de hoy, los que tienen una data que supera los 8.000 años. En efecto, el cementerio de Cuchipuy conserva osamentas humanas cuya antigüedad es de 8.070 años, en tanto que el de Santa Inés presenta restos de 5.000 años. Según investigaciones realizadas en el sector indicarían que Cuchipuy no sólo fue una necrópolis, sino que además pudo haber servido de vivienda. Elementos líticos y objetos óseos descubiertos hacen presumir a los científicos que el nivel de desarrollo de estos primitivos habitantes estuvo limitada a la caza y recolección.
Otro grupo humano de gran antigüedad en Chile son los pescadores y cazadores recolectores de la cultura Chinchorro, quienes habitaron la costa del Desierto de Atacama desde Ilo en Perú por el norte, hasta Antofagasta por el sur. Su data está más antigua tiene 7.000 años. Esta cultura es reconocida a nivel mundial por sus excepcionales ritos funerarios, siendo los primeros humanos en momificar artificialmente a sus muertos. Los expertos aseguran que los Chinchorros no desaparecieron sino que sus «descendientes» continuaron viviendo y floreciendo en la costa del Pacifico, lo que si cambió fue la complejidad de su sistema político y social, abandonando hace 1700 años antes de nuestra era Cristiana la práctica de la momificación.
Más al sur, en la Patagonia, los asentamientos humanos mas antiguos datan de más de 8.600 años, como parecen afirmarlo muchos de los yacimientos arqueológicos hallados en el extremo sur de Argentina. Hallazgos de puntas de piedra, raspadores y rastros de alimentación humana analizados con carbono radioactivo, dando como resultado una data de 8.649 años de antigüedad, aunque se cree que en los archipiélagos fueguinos la presencia humana es aún más tardía.
Poblamiento inicial, cómo eran
Las distintas teorías que explican la existencia, arribo y dispersión de los primeros grupos de hombres en nuestro territorio, concuerdan que Chile, al ser un país de contrastes geográficos, fue poblado desde distintos sectores de manera un tanto simultánea. El Dr. César Méndez Melgar, arqueólogo y académico del Departamento de Antropología de la Universidad de Chile, asegura que en Chile «no hubo sólo un episodio de poblamiento, sino que varios y simultáneos. Mientras que el centro de Chile parece haber sido poblado con gente que se desplazó desde el norte, la Patagonia debió haberse poblado desde el oriente con poblaciones humanas que ya estaban ocupando áreas en Argentina», dice Méndez, afirmando que la evidencia genética así lo respalda y la arqueológica un poco menos.
En Chile no existió una migración en el sentido clásico de la palabra. Sin un inicio y un destino fijo, los expertos suponen que el poblamiento temprano en Chile está determinado más bien por patrones de movilidad realizados por pueblos cazadores recolectores que fueron siguiendo a las poblaciones de animales de caza que también comenzaron a poblar América en ese tiempo.
En términos de eventos climáticos, el poblamiento de gran parte de Chile sucedió durante La Reversión Fría Huelmo-Mascardi que se extendió entre 13.400 y 11.500 años atrás.
Para Max Hubbe, bio-antropólogo y profesor asociado del Instituto de Investigaciones Arqueológicas de la Universidad Católica del Norte, lo más probable es que la ocupación inicial del continente ocurrió un poco antes del último máximo glacial, cuando los océanos se encontraban muy abajo del nivel actual. «Sin embargo, al momento de su entrada, el continente americano todavía no estaba unido al asiático por el estrecho de Bering, entonces necesariamente esos primeros grupos tuvieron que navegar hacia aquí, cruzando por el estrecho de Bering. Pero en ningún caso hay evidencia de que ellos cruzaron el Pacífico», acota.
En Chile no se dio una migración en el sentido clásico de la palabra, no existe un inicio y un destino, es más bien el efecto de patrones de movilidad típico de primitivos cazadores recolectores.
Resulta interesante precisar que durante el poblamiento inicial de nuestro territorio no hubo ningún asentamiento semipermanente o permanente. Todas los sitios arqueológicos en Chile y Sudamérica dan cuenta de ocupaciones humanas de cortas estadía en esos lugares. Asimismo, estos periodos estuvieron determinados por la disponibilidad de recursos, las necesidades de interacción social y por las condiciones climáticas. Los asentamientos más permanentes ha sido registrados en las zonas costeras del territorio, pero solamente a partir de los 10 mil años antes del presente, como por ejemplo la cultura Chinchorro en el extremo norte.
Marcelo Santander, Conservador del Museo de Colchagua de Santa Cruz, lo explica así: «el hombre pasa por periodos diferentes que lo ubican inicialmente en el Paleoindio, un estadio de caza y recolección que lo obliga a vivir en una situación de permanente nomadismo desplazándose detrás del alimento. Paulatinamente, se va especializando, generando movimientos más estacionales que lo circunscriben a un territorio determinado durante el Periodo Arcaico, para finalmente, en el Periodo Agroalfarero, hacerse sedentario experimentando un gran salto con la domesticación de plantas y animales».
En este periodo, los «primeros chilenos» se organizaron socialmente en bandas, recorriendo el territorio en pequeñas unidades con lazos familiares cercanos. «No sobrepasaban los 30 individuos; es decir, unas dos o tres familias nucleares: padre, madre e hijos. En ocasiones se sumaba a otras debido a ciertas necesidades, tales como la caza de animales de gran tamaño, o a ciertas casualidades, como la varazón de una ballena en una playa» aclara el Dr. César Méndez.
Desde el punto de vista social, Méndez piensa que estas bandas primitivas eran igualitarias. «Solo tenían diferencia de estatus o posición al interior del grupo, las que se reflejaban en determinadas normas de conducta. Carecían de toda especialización laboral, aún cuando estas labores estaban organizadas por sexo y edad. El tamaño reducido de éstas involucró la necesidad de mantenerse en relativo contacto con otras unidades familiares similares, lo que se logró a partir de desarrollar grandes circuitos de movilidad, no permaneciendo en un lugar más de poco tiempo».
Por su parte, Luis Cornejo, arqueólogo, curador del Museo Chileno de Arte Precolombino y profesor de Antropología de la Universidad de Chile, no está tan seguro en precisar el tipo de organización social que tenían los primeros grupos de pobladores. Aunque según sus evidencias, estas indicarían que podrían tratarse de sociedades basadas en familias extendidas, que cada cierto tiempo se reunirían con otras bandas cercanas con motivos festivos o ceremoniales. «Ideológicamente hablando de los primeros ancestros realmente se sabe casi nada, aunque es probable que los animales ocuparan un lugar importante en ella. Los primeros grupos de gran complejidad ideológica fueron los Chichorros, demostrada en el tratamiento de los muertos», asegura Cornejo.
El Paleoambiente
Al igual que hoy, el paleoambiente de Chile en esta época estaba constituido por diferentes tipos de clima y flora y fauna, dependiendo de la zona. Por ejemplo, existen evidencias paleoecológicas en el Desierto de Atacama que demuestran que hubo condiciones climáticas considerablemente más húmedas hacia fines del Pleistoceno y comienzos del Holoceno (13.800 – 9.500 años antes del presente).
Así lo explica el antropólogo Calogero Santoro, Director del Centro de Investigaciones del Hombre en el Desierto, del Instituto de Alta Investigación de la Universidad de Tarapacá: «Este aumento en las precipitaciones generó una mayor disponibilidad de biomasa de plantas y animales, sobre todo en el margen superior del desierto, en la precordillera andina. Por lo tanto, es probable que una franja de lo que hoy es desierto absoluto fue más favorable para incursiones humanas a partir de los 14.000 años».
En tanto el centro-sur de Chile, se presentaba un clima de bosque húmedo subantártico de condiciones climáticas frías con alta precipitación que contenía los recursos necesarios y suficientes para que una población humana pleistocénica se asentara allí, con una economía dirigida en forma principal hacia la recolección de plantas y reforzada por la caza de grandes animales.
Conocimiento y creencias
¿Es posible deducir si poseían algún tipo de conocimiento sofisticado? De hecho sí. «En Siberia —cuenta el Dr. Méndez— lugar desde donde se cree pasaron todos los antecesores americanos, hay evidencias que sugieren los seres humanos observaban aves migratorias en su traslado en vuelo y las materializaban en ornamentos móviles manufacturados en hueso». Este hecho, junto a posibles calendarios u objetos con marcas de cuentas repetitivas, apoya la idea que los primero habitantes de Chile tenían un cierto interés por los fenómenos ecológicos y astronómicos.
Lamentablemente, no es posible saber en qué creían o si desarrollaron sistemas de pensamiento y creencia, ya que al menos el tipo de registro arqueológico asociado a estas poblaciones no lo permite en el estado actual del conocimiento. Lo que sin duda es posible concluir es que descubrieron y desarrollaron grandes tecnologías.
De hecho gran parte de la información con la que contamos es con la tecnología lítica y ósea, o instrumentos de piedra y hueso que eran los componentes principales de la tecnología que sobrevivieron el paso del tiempo. Se asume que estos grupos contaron con tecnología de cestería, cordelería y maderas, pero este tipo de evidencias son más escasas en los sitios arqueológicos de baja conservación.
El arqueólogo Luis Cornejo precisa que las tecnologías de estos grupos les permitieron extraer todo lo necesario del medioambiente; la más conocida, por su perdurabilidad, es la que está basada en la piedra tallada utilizada para fabricar herramientas y armas, mientras que el bio-antropólogo Max Hubbe, señala que a consecuencia de que estos grupos antiguos tuvieron que adaptarse a los medios en que se establecieron, crearon tecnología relativamente sencilla, hasta el surgimiento de la agricultura entre 8 mil y 3 mil años antes del presente.
Existe la posibilidad de que se produjera mestizaje entre estas culturas prehistóricas. Evidencias biológicas de ADN mitocondrial permite suponer que estas poblaciones mantenían permanentes contactos con sus vecinos.
Mestizaje Cultural
Resulta difícil para la arqueología establecer cuántos años vivió cada una de estas culturas o trazar su destino final. Los cortes temporales que realizan los arqueólogos son sólo divisiones arbitrarias para explicar fenómenos materiales, no son interrupciones reales en el desarrollo de los pueblos humanos, por tanto, resulta casi imposible saber si desaparecieron del todo.
Frente a esta discusión, existe la posibilidad de que se produjera mestizaje entre estas culturas prehistóricas. Es la antropología biológica la que ha jugado un rol fundamental en estas materias, acota el Dr. Méndez: De hecho la evidencia biológica de ADN mitocondrial sí permite hablar de distintos flujos poblacionales ingresando a América. Las posibilidades de intercambio genético fueron muchas, además estas poblaciones mantenían permanentes contactos con sus vecinos. La noción de territorialidad, tal como la actual no existía. Incluso es posible reconocer vinculaciones culturales de estos asentamientos con otros sitios arqueológicos contemporáneos de Chile, todo sobre la base de ciertos indicadores como tipos de rocas usadas en la confección de instrumentos, por ejemplo.
«Es posible que gran parte de las primeras evidencias por región sean representativas de instancias fallidas en procesos colonizadores en escala amplia. Muchas de las agrupaciones humanas deben haber colapsado y no haber sido sino mal adaptaciones o caminos sin retorno». concluye César Méndez.
Con ello, resulta innegable que los primeros pobladores del territorio son antecedentes de las poblaciones posteriores. Fueron cambiando hasta convertirse en los actuales grupos indígenas americanos. Por tanto, genéticamente, es posible que muchos de los descendientes de los primeros americanos estén entre nosotros.
Los nuevos hallazgos
No es fácil para los arqueólogos encontrar restos óseos humanos. De ahí que los descubrimientos de 70 restos humanos correspondientes a la cultura Diaguita en las cercanías de Coquimbo en 2015, sea todo un acontecimiento para comunidad científica chilena, cuyos investigadores a cargo de las investigaciones sostienen que hasta ahora no se había dimensionado la importancia que estos hallazgos revestían.
Patricia González y Gabriel Cantarutti son los arqueólogos a cargo de la investigación, y señalan que en base a sus análisis, todo indica que los restos incluso permitirían obtener nuevos antecedentes respecto de la forma de vida de estas culturas prehispánicas, pudiendo cambiar las fechas de los periodos en los que se desarrollaron.
“Tenemos un componente importante funerario, es decir, un cementerio, pero además tenemos zonas habitacionales, conchales, fogones, pisos de habitación, inicio de estructuras habitacionales, áreas de actividad, como por ejemplo lugares donde fabricaron herramientas. Es una enorme oportunidad de llenar un vacío que tiene la prehistoria regional en cuanto a la vida cotidiana de los diaguitas”, especificó González.
La profesional indica que actualmente se sabe mucho de aspectos como su cerámica y decoración, que siempre ha sido llamativa por su belleza, “pero en esta oportunidad tenemos la opción de conocer lo cotidiano, la alimentación, los modos de producción. Además, con esta enorme cantidad de evidencia funeraria, vamos a poder profundizar en la sociedad diaguita en general, o sea, la organización social, la jerarquía, tenemos un campo abierto”.
En Osorno, un grupo de arqueólogos y antropólogos hallaron una pisada humana y una excavación con varias piedras que hacen suponer la existencia de humanos con una data superior a los 14.000 años.
Más al sur, a más de 1.500 kilómetros de distancia, en el hermoso paso fronterizo de Vuriloche, que conecta el Valle Esperanza, en la comuna de Puerto Varas, con el sector de Pampa Linda en Argentina, un proyecto de prospección arqueológica liderado por el arqueólogo norteamericano Tom Dillehay, en conjunto con la Fundación Monte Verde, la Universidad Austral de Chile y la empresa Petrohué Lodge, estuvieron orientadas a encontrar presencia humana contemporánea a los habitantes de Monte Verde, que pudieran identificar una ruta que conectara a los primeros habitantes chilenos con los antiguos tehuelches.
200 kilómetros al norponiente del Paso Vuriloche, en el sector de Pilauco Bajo en la ciudad de Osorno, un grupo de arqueólogos y antropólogos chilenos, liderados por el geólogo Dr. Mario Pino, han hallado en una excavación varias piedras que, según sus investigaciones, son herramientas creadas y usadas por seres humanos que habitaron el lugar hace más de 14.000 años. El hallazgo tuvo lugar de manera accidental mientras un grupo de paleontólogos estudiaban los restos fosilizados de gonfoterios que habitaron la zona y que presumiblemente eran cazados por comunidades humanas.
Según las primeras hipótesis, las herramientas encontradas, como piedras esféricas, que presumiblemente se usaban como proyectiles tirados por hondas, herramientas y armas creadas en vidrio volcánico y trozos de madera, presentan tres marcas hechas por humanos, lo que hacen suponer a los científicos que Pilauco fue habitado por personas, más o menos al mismo tiempo que Monte Verde. La cantidad y diversidad de huesos de fauna hallados en el sitio sugieren al Dr. Mario Pino que Pilauco “bien pudo ser un lugar de cacería o una especie de matadero o carnicería, y Monte Verde un asentamiento humano”.
La existencia de grupos humanos también estaría siendo corroborada con el reciente descubrimiento de dos cuevas ubicadas a unos 500 metros del lugar. “Estas cuevas no tienen por qué dar a entender que estos habitantes vivían en ellas a diario. Es posible que solo hayan servido como refugio o para llevar a efecto algunas actividades particulares”, aclara el Dr. Mario Pino, que ha diferencia de la comunidad científica internacional, ha sido enfático en valorar la importancia del sitio de Pilauco. “Sabemos muy poco del hombre que habitó esta zona hace 14 o 15 mil años y las únicas referencias hacen alusión a Monte Verde, por lo que todos los artefactos hallados hasta la fecha, podrían cambiar los antecedentes que manejamos sobre la vida de los hombres en esta zona”, afirma el geólogo de la Universidad Austral de Chile.