Historia, aventura y gastronomía en la Ruta Originaria de Arauco
Laraquete, La joya mapuche
Erica Molina es una de las 15 recolectoras de un mineral llamado quiastolita, más conocida como piedra cruz por la forma que presentan los cortes de su cristal.
La piedra se recolecta en el río Laraquete que cruza la localidad del mismo nombre y en donde conocimos a Lorena Aravena, una de las artesanas que le compra las piedras a las recolectoras para fabricar joyas y artículos de decoración. Con ambas mujeres visitamos el lugar exacto de recolección de esta hermosa piedra que tiene un significado especial para el pueblo mapuche, debido a que algunas explicaciones míticas aluden a los caídos en la Guerra de Arauco. Muy cerca de aquí, los mapuches obtuvieron una de sus mayores victorias militares sobre los españoles y le hicieron abandonar Concepción. A pesar de esto, en el lugar hoy no hay nada que ponga en valor este acontecimiento histórico ni menos que aproveche la artesanía endémica de este lugar. La zona es solo un lugar de picnic, pero no está en condiciones óptimas para el turismo, a pesar de que Laraquete es considerada “la puerta de entrada al turismo de Arauco”. Aún así, el lugar representa una oportunidad económica para muchas mujeres que con la ayuda del Estado podrían transformarlo en un atractivo circuito turístico. “Le hemos pedido al gobierno que nos apoye”, dice Erica, quien está feliz por el reconocimiento del Sello de Origen que la piedra cruz obtuvo en 2016, pero que no ve el mismo reconocimiento a su labor. Laraquete, además, se caracteriza por sus extensas playas y por sus tortillas con choritos, las que son ofrecidas por mujeres con pañuelos blancos. Un clásico de la gastronomía del Biobío.
Lebu, la ciudad del viento
Lebu, aparte ser la capital de la provincia de Arauco, es conocida como “la ciudad del viento”, tanto es así que ya se ha hecho su fama entre los surfistas chilenos que vienen a disfrutar de una ola que se forma a un costado del Muelle Viejo y que producto del tsunami del 2010 aumentó su tamaño.
Junto al empresario y presidente de la Cámara de Turismo de la comuna, Juan Ignacio Torres, recorrimos la zona del Parque del Carbón, ubicada muy cerca de la playa Boca Lebu. El parque no solo testimonia el pasado carbonífero que marcó el desarrollo económico de Lebu, sino que además rescata emblemáticas construcciones patrimoniales como la del Museo del Carbón.
Muy cerca de aquí, los maestros carpinteros de ribera trabajan entre montones de botes, lanchas y pequeñas embarcaciones pesqueras apiladas en una especie de astillero colectivo al aire libre. “Las embarcaciones de madera son el motor de la pesca artesanal aquí en Lebu”, me dice Ignacio y le lanzo una idea: “podría haber un circuito experiencial junto a los maestros de ribera”, le digo con entusiasmo, pero la idea no le convence del todo, pues a pesar de lo llamativo que puede parecer no hay comodidades para los turistas, quienes prefieren disfrutar de la playa, la gastronomía marina, conocer la formación rocosa natural Caverna de Benavides o visitar la mina Chiflón Fortuna, una mina que aún se encuentra en funcionamiento, por lo que el visitante puede observar las faenas relativas al proceso de extracción en plena actividad.
Arauco, los reyes de la gastronomía marina
Mi visita a Arauco me llevó a un sorprendente humedal ubicado muy cerca del centro de la ciudad. “Este humedal fue visitado por el experto avistador de aves internacional, Jarbas Mattos”, me dice Demetrio Ananías, presidente del Programa Transforma Turismo Arauco, institución que espera concretar una ruta de birdwatching en la zona.
La costa de Arauco está ubicada en un golfo y sus playas miran al norte por lo que tiene buen sol y su oleaje no es tan bravo como otros lugares. “Además es un corredor gastronómico de gran popularidad”, me dice Paulina Urzúa, encargada de turismo de la comuna de Arauco. Paulina participó en la conformación de la Cámara de Turismo del borde costero que incluye a las caletas pescadores de Llico, Punta Lavapié y Rumena, donde se puede degustar una gran variedad de platos de comida marina o bien disfrutar de paseos en bote por el golfo de Arauco, algunos incluyen una visita a la Isla Santa María, zarpando desde Punta Lavapié.
En toda esta zona, los pescadores artesanales empiezan a creer en el turismo. Uno de ellos, Enrique Salas, construyó en Llico una balsa para llevar a los turistas hasta donde tiene sus cultivos de ostras. “Los mariscos lo sacamos en el momento y si los turistas lo desean, ellos mismos pueden hacerlo y luego se preparan en un mesón ubicado en la balsa”, explica con entusiasmo Salas.
Los más jóvenes apuestan por la comida fusión como Claudia Fuentealba y Guillermo Alarcón, quienes montaron en la ciudad de Arauco el restaurant Alicura Fusión, el que posee una surtida carta elaborada en base a productos locales. No ha sido fácil para esta pareja de jóvenes cocineros tener éxito con una propuesta tan moderna y algo sofisticada, sin embargo después de probar sus exquisitos platos, Guillermo me dice que “Arauco bien vale una pena, porque aquí podemos trabajar en conjunto con pequeños productores locales a lo largo de todo nuestro territorio”. Ya lo creo que sí, con gente que ama tanto a su tierra y con tanta entrega, la comida siempre sabe mejor.
Curanilahue, carbón y aventura
Curanilahue es una ciudad que creció gracias al carbón, la que se inició de forma organizada en 1890 y colapsó ciento diez años después. El temor a que esta centenaria historia quedara solo en el recuerdo de los mineros, un grupo de ellos decidió rescatar su legado y plasmarlo en un pequeño museo y una galería subterránea en el subterráneo del Sindicato de Mineros Colico Trongol en pleno centro de esta ciudad. Ahí me recibe don José Paz Rivas, uno de sus principales gestores. Me enseña las fotos antiguas —en algunas aparece él abriendo un boquete— además de las herramientas y los elementos de seguridad que usaban para trabajar. “A pesar de lo sacrificado, me gustó ser minero. Experiméntelo usted mismo”, me dice don José y me pasa un casco con lámpara y cinturón para recorrer la galería. Es una simulación de un frente de trabajo en donde los turistas pueden tocar las herramientas usadas por los mineros e incluso hay audios con los sonidos típicos de la faena. De regreso al museo le pregunto a don José como hicieron esto, si fueron apoyados por algún organismo público o privado. “No tuvimos la ayuda de nadie, lo hicimos solos —responde—, pero nos gustaría que nos apoyarán para ampliar y mejorar el museo y así vengan más turistas a Curanilahue”.
Curanilahue no vive del turismo, pero sus atractivos naturales motivaron a Claudia Cisterna y su pareja Francisco, a ofrecer servicios de rafting y floating por el río Carampangue, la que incluye una pasada a una cascada milenaria de más de 50 metros de altura, en un entorno único. El paseo demora dos horas y es una actividad altamente recomendada para todo tipo de personas, incluso mayores de edad y niños.