OPINION | Turismo bajo control político: el modelo que desfinancia la técnica y promueve la propaganda
El caso del gobernador Claudio Orrego, investigado por la Contraloría por irregularidades que superan los $1.800 millones en la Corporación de Desarrollo Territorial y Turismo de la Región Metropolitana, ha visibilizado una contradicción profunda en la forma en que se financia el turismo en Chile.
Mientras las direcciones regionales de Sernatur, organismo técnico del Estado encargado de liderar la política turística, operan con recursos limitados, deben postular a fondos regionales (FNDR) y seguir estrictas regulaciones, las corporaciones regionales, bajo control político, manejan presupuestos significativamente mayores sin estar sujetas a los mismos estándares de control, evaluación ni planificación técnica.
Sernatur está compuesto por profesionales seleccionados mediante Alta Dirección Pública, se rige por el sistema de compras del Estado y está sujeto a fiscalización permanente. Su gestión responde a una lógica de política pública, orientada al interés general. En cambio, las corporaciones creadas por los gobiernos regionales —como la de la Región Metropolitana— funcionan como entidades privadas con recursos públicos, baja supervisión y directorios definidos políticamente. El resultado es una gestión opaca, donde los recursos turísticos se asignan con amplia discrecionalidad y, en muchos casos, terminan al servicio del posicionamiento político de una autoridad más que al desarrollo y promoción territorial.

Las irregularidades en la Corporación de Turismo de la RM revelaron una contradicción de fondo:
Sernatur RM opera sin recursos, mientras los gobiernos regionales manejan cientos de millones con amplia discrecionalidad.
Un ejemplo claro de esta situación son las vendimias del Valle del Maipo organizadas por el Gobierno Regional Metropolitano en el Parque Alberto Hurtado. Lo que parte como una buena idea —acercar la cultura vitivinícola a la ciudadanía y dar visibilidad a los productores rurales— termina desdibujándose entre pantallas, discursos y espectáculos, donde la figura del gobernador acapara el protagonismo. En ese contexto, el turismo se convierte en un marco simbólico, un telón de fondo que poco tiene que ver con el propósito original. El objetivo, al parecer, no es fortalecer destinos ni atraer visitantes, sino construir relato y presencia pública.
Y aquí aparece una paradoja difícil de entender: el Gobierno Regional Metropolitano maneja cientos de millones para promoción turística, mientras que Sernatur Metropolitana —el organismo que por ley debe liderar esa tarea— no cuenta con presupuesto alguno, ni siquiera para asistir a ferias, eventos o reuniones con profesionales del sector turístico. En la práctica, Sernatur queda relegado al rol de articulador, mientras el gobernador asume el papel de financista, concentrando poder, recursos, decisiones y protagonismo para sus intereses políticos. Una situación incoherente e injusta con una institucionalidad que ha demostrado capacidad y compromiso.
Para que Chile sea un destino turístico competitivo, hay que revisar el modelo actual de financiamiento y alinear los recursos con las instituciones que tienen el mandato y la capacidad técnica.
Si de verdad queremos que Chile se consolide como un destino turístico competitivo, inclusivo y sostenible, necesitamos revisar este modelo. Es momento de alinear los recursos con las instituciones que tienen el mandato, la experiencia y la responsabilidad legal para ejercer este rol. Fortalecer a Sernatur, dotarlo de presupuesto permanente y revisar con seriedad el funcionamiento de las corporaciones regionales no es un gesto simbólico: es una necesidad estratégica.
Porque si no corregimos esta distorsión, seguiremos invirtiendo millones en eventos vistosos, pero sin impacto, mientras la verdadera promoción turística —aquella que se construye con profesionalismo, planificación y visión de largo plazo— queda relegada a un segundo plano. Y en ese camino, los más perjudicados no son los funcionarios ni las autoridades, sino los territorios, los emprendedores y las comunidades que esperan con razón que el turismo les abra oportunidades reales.