La fatal irrelevancia del turismo
El turismo en Chile representa un aporte directo de alrededor del 3 al 3,5 por ciento del PIB, y un 7 por ciento al empleo, aportes significativamente superiores a otras importantes industrias como la salmonicultura, forestal, lácteos, pesca.
Su impacto es aún más significativo si se considera que es una actividad económica que fortalece a otros rubros como la agricultura y la industria. El enoturismo y la gastronomía, por poner sólo dos ejemplos, son fundamentales en la producción agropecuaria y la economía campesina. Una relación virtuosa similar ocurre con el transporte y el comercio, actividades en la cual el turismo está estrechamente vinculada.
Existen infinidades de ejemplos que demuestran cómo el turismo se ha constituido en una oportunidad laboral para todo tipo de personas, desde pescadores artesanales a técnicos y profesionales de las más diversas áreas, demostrando que el potencial del turismo para crear empleo es inmenso.
Además de potenciar el crecimiento económico, el turismo incentiva casi como ninguna otra industria la conservación de los recursos naturales y culturales, y por cierto, aporta innegables beneficios a la salud mental y física de los seres humanos.
A pesar de esta realidad, las recientes inundaciones dan cuenta que el turismo en Chile es irrelevante a los ojos de sus políticos y autoridades. Es una actividad sin peso ni influencia, incapaz de imponer agenda y participar en la toma de decisiones. Los medios de comunicación tampoco la consideran mucho, al menos en su dimensión económica y política es invisible.
Los incendios forestales en verano e inundaciones en invierno no hicieron mas que constatar que el turismo es una actividad irrelevante a los ojos de los políticos, sin influencia en la toma de decisiones.
Las recientes catástrofes —incendios forestales en verano e inundaciones en invierno— hicieron constatar una vez más de esta realidad. Todos los chilenos observamos por televisión o nos enteramos por los medios de comunicación y redes sociales, como el presidente de la República Gabriel Boric se desplegó en terreno en las zonas afectadas acompañado de sus autoridades sectoriales de agricultura, obras públicas, vivienda, desarrollo social, y un largo etcétera, en el cual no estuvo, no está, ni estará turismo.
Por supuesto, no estoy afirmando ni menos dejando entrever que las autoridades y funcionarios del turismo no hayan constatado los daños ni fueron en ayuda de los afectados en su mayoría pequeños emprendimientos y prestadores de servicios turísticos rurales, solo hacemos el punto de que estos recorridos se han realizado en el más completo silencio, sin la compañía del presidente de la República y alejado de las luces de la televisión.
En buen criollo, el que no llora no mama. Este es un hecho ineludible. Una parte esencial de la acción política consiste en hacerse notar, razón por la cual es evidente que la falta de influencia aleja al turismo no sólo del poder político, sino también de la entrega de recursos y del apoyo del Estado.
Una parte esencial de la acción política consiste en hacerse notar, razón por la cual es evidente que la falta de influencia aleja al turismo no sólo del poder político, sino también de la entrega de recursos y del apoyo del Estado al sector privado.
Condiciones en el uso de recursos
Las catástrofes son sólo una muestra de una realidad que se repite en muchas otras ámbitos del poder político. Desde luego hay que decir que el Turismo no es una ministerio sino una subsecretaría, a pesar de que el Gobierno cuenta con 23 ministerios sectoriales, una cifra nada despreciable. Se podría decir que el Ministerio de Economía en rigor se llama de Economía, Fomento y Turismo, pero es solo un nombre. El turismo es el tercero de la lista.
Será por esta razón que a muchas autoridades de turismo no se las considera ni se las invita a participar en instancias donde se tomen desiciones importantes en el diseño de políticas públicas o entrega de recursos. Por ejemplo, algunas autoridades locales de turismo no han sido invitadas a participar de los Comités de Desarrollo Productivo, gobernanzas regionales en donde se priorizan inversiones y entrega de recursos.
La lista de ninguneo al turismo es larga. Y por supuesto no es un fenómeno nuevo, es de larga data y es cultural. La mayor fuente de financiamiento para el turismo proviene de los FNDR, recursos entregados por los gobiernos regionales a las direcciones locales de Sernatur, institución que muchas veces debe destinar parte de esos recursos en pagar actividades, eventos y ferias en los cuales no tuvieron ninguna participación, ni poder para decidir el destino de esos recursos, que en algunos casos son utilizados para financiar actividades no relacionadas directamente con el turismo, tales como eventos deportivos, competencias de rally, shows musicales y fiestas locales.
La lista de ninguneo al turismo es larga. Y por supuesto no es un fenómeno nuevo, es de larga data y es cultural. La entrega de recursos está condicionada a exigencias que perjudican el gasto eficiente de esos recursos.
Por otra parte, la totalidad de los fondos que son destinados a campañas publicitarias obligan a Sernatur mencionar/visibilizar en sus creaciones y mensajes publicitarios a las instituciones que participaron en las decisiones de la entrega de estos recursos —Gobiernos Regionales y CORE fundamentalmente— campañas que además deben ser revisadas por funcionarios de la Secretaría de Comunicaciones (Secom), quienes pueden intervenir discrecionalmente en la contratación de medios previamente seleccionados por una agencia externa en una licitación pública. Sin perjuicio de lo anterior, los consejeros regionales imponen en las bases porcentajes de compra para medios regionales cercanos al 40%. Ilógico si se piensa que la promoción debe estar orientada a a traer turistas de fuera de la región.
Utilizar recursos de promoción de una región para apoyar a medios locales o financiar actividades no turísticas afecta en la calidad de las campañas comunicacionales que tiene como primerísimo objetivo aumentar la demanda de turistas.
Sin promoción en los grandes eventos, sin un plan de seguridad pública, sin una estrategia ambiciosa, sin influencia política en definitiva, el turismo seguirá en una segunda línea de las preocupaciones de los políticos lo que constituye una fatalidad para los cientos de miles de personas que trabajan en esta noble actividad a la cual desafortunadamente como país no siempre le damos lo que se merece.