Viaje a la Patagonia Galesa
Así como en Chile, la colonización alemana ha influido fuertemente en el paisaje cultural del sur de Chile, una situación parecida ocurrió en el sur argentino con los colonos galeses, que desembarcaron hace 150 años en las costas de la actual provincia de Chubut. Actualmente, las tradicionales celtas en la Patagonia argentina cautivan a los visitantes que pueden disfrutar de gastronomía típica, ciudades, arquitectura e historias sorprendentes. Te invitamos a un viaje a la Patagonia Galesa.
La aventura de poblar la Patagonia significó para muchas familias galesas, el punto de partida de un lazo intercultural sin precedentes en Sudamérica. Hoy los descendientes de aquellos colonos que arribaron a las costas de la provincia de Chubut, abren las puertas de su cultura, cautivando a los visitantes con su memoria viva que perdura en las capillas galesas de Esquel y Trevelin, en nombres de ciudades como Trelew, Rawson y Gaiman, y en el Valle 16 de Octubre o Valle Hermoso.
Galeses en la Patagonia
La idea de una colonia galesa en Sudamérica fue promovida hacia la década de 1840, gracias a una oferta del gobierno argentino de donar tierras en la ribera del río Chubut a cambio de colonizar la región que permanecía virgen. El establecimiento permanente de los europeos comenzó en julio de 1865 cuando 153 galeses arribaron a bordo del Velero Mimosa, en cercanías de la actual ciudad de Puerto Madryn.
No fue sencillo el arraigo: la falta de agua, el paisaje desértico y el clima hostil empujaron a numerosas familias a moverse hasta encontrar los valles donde asentarse definitivamente. Fue así como los primeros colonos se pusieron en contacto con los tehuelches con quienes establecieron relaciones que les permitieron sobrevivir a la escasez de alimentos, mediante el trueque y la caza de animales silvestres. Se dice que esta relación es uno de los pocos ejemplos de convivencia pacífica en el mundo.
La figura de John Evans y su caballo Malacara
Una de las figuras emblemáticas de la colonización galesa es la de John Daniel Evans y su caballo Malacara. Evans llegó a la Patagonia cuando era niño y, de la mano de los tehuelches, conoció el territorio. Fue así como en un viaje de exploración en busca de oro, se cruzó con un contingente militar escoltando a prisioneros tehuelches, en una de las últimas campañas de la Conquista del Desierto. Algunos expedicionarios volvieron y sólo Evans y tres más decidieron seguir. Al llegar al actual río Gualjaina, fueron atacados por un grupo de tehuelches, quienes sospecharon que fueran espías. En una persecución, fueron emboscados y los compañeros de Evans fueron asesinados, sin embargo Evans, logró escapar gracias a la astucia de su caballo Malacara que logró saltar un cañón de cuatro metros de profundidad. El caballo Malacara murió en 1909 y Evans decidió sepultarlo en la ciudad de Trevelin. Actualmente, esta tumba es un atractivo turístico histórico.
Tiempo después, Evans fue el baqueano que acompañó la ardua travesía encabezada por el coronel Luis Fontana, primer gobernador del territorio nacional de Chubut, junto a una treintena de expedicionarios. Se los conoció como “Los rifleros de Fontana”, los que a finales de 1885 habían llegado a una zona que denominaron en galés «Cwm Hyfryd» (Valle Hermoso). Este valle se convirtió en el lugar de otro asentamiento galés, llamado en español «Colonia 16 de Octubre». A medida que la población creció aquí, las ciudades de Esquel y Trevelin fueron fundadas.
La disputa con Chile
Un hecho singular y que tiene relación con Chile es que la zona que incluye a los actuales parques nacionales Los Alerces y Lanín y zonas adyacentes de Esquel, fue objeto de una disputa limítrofe entre los gobiernos de Argentina y Chile y que fue zanjado en 1902 a través de una consulta a los colonos, arbitrada por el gobierno británico. La tesis que sostenía Chile es que los lagos y ríos que existen en la zona desaguan en el Océano Pacífico y al no existir altas cumbres esas tierras eran chilenas.
Pese a que el gobierno chileno de la época ofreció una legua de tierra a cada familia de colonos, la gran mayoría de los galeses decidieron permanecer bajo la bandera argentina, sobre todo porque no querían establecer un límite entre ellos y sus familias que habitaban las costas de Chubut. Además, ya existían en el lugar algunos servicios como comisaría, escuela, correo y puesto sanitario colocados por el gobierno argentino. El plebiscito permitió a la Argentina conservar su soberanía en los valles 16 de Octubre, y la zona de El Bolsón y el Lago Puelo, incluyendo el Parque Nacional Los Alerces, todas visitas obligadas si se anima visitar estas hermosas tierras chubutenses.
El té galés y su símbolo de solidaridad con los tehuelches
De los atractivos que más atención suscitan entre los visitantes a las ciudades y pueblos de los valles de Chubut, está sin dudas la infusión estrella: el té galés. Se trata de una bebida tradicional que se sirve en teteras de porcelana cubiertas con pulóveres y que se acompaña con pan casero, tartas y tortas. Curiosamente, si bien las galletitas a la plancha son un acompañamiento típico galés con más de mil años de historia, la llamada “torta galesa” es una receta propia de los colonos que llegaron a la Patagonia argentina.
La ceremonia del té representa para la historia de la colonia galesa en la Patagonia, un momento central de la vida social y religiosa. El té galés es también recordado como un símbolo de las buenas relaciones que los colonos tejieron con los originarios tehuelches. Antiguos relatos hacen referencia a la solidaridad entre ambos pueblos, frente a la escasez del agua durante largos períodos y a las inundaciones que arreciaban con la temporada de lluvias en la cordillera.
Las antiguas Capillas y el molino Nant Facht
Construcción original de piedra y barro con paredes de ladrillo cocido y techo de chapa, el edificio de la Capilla Seión en Esquel se conserva como hace un siglo, cuando se instaló en pleno centro de la ciudad. La Capilla también alberga en la actualidad la Escuela de Galés de la Cordillera.
En la vecina Trevelin se encuentra la capilla galesa más antigua de la región: Bethel. Originalmente levantada con paja y madera en cercanías del Río Percey, el actual edificio data de 1910 y fue construido enfrente de aquella, de manera más sólida con ladrillos y chapas.
A 45 kilómetros de Esquel, por la Ruta Nacional 259, otro sitio que permite viajar en el tiempo a los visitantes es el molino Nant Facht, cuyo nombre en galés significa “Arroyo Chico”. Además de su imponente arquitectura, actualmente exhibe elementos propios de los primeros colonos como máquinas agrícolas, máquinas de coser e instrumentos musicales tales como vitrolas y órganos. Además, están recreados un galpón de herrería y un viejo almacén de ramos generales.
El molino sigue funcionando y pertenece a la familia Evans, que llegó con la colonia, por lo que además de los elementos exhibidos, hay un legado histórico vivo que suelen compartir los anfitriones con aquellos que llegan con ansias de conocer.
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